Yo, como siempre hasta entonces, me movía solo, pero en el hostel Mamallena de Boquete me encontré con los italianos Mirco y Lucio, que ya conocía de Boquete. Con ellos estaba Mario, personaje suizo de cuidado que vais a ir conociendo en los próximos posts.
Nos unimos y decidimos conocer los alrededores de Boquete juntos, así que nos hicimos al monte para descubrir el Parque Internacional La Amistad.
Una vez más, me vi rodeado de un paraje maravillosamente verde y con la típica pero agradable llovizna que nos acompañaba.
Y visitamos algunas de sus cascadas. A pesar de que hacía un poco de fresco, la tentación de bañarme fue demasiado grande y allí me puse bajo las heladas aguas de la cascada que caía desde unos 30 metros.
En serio que estaba fría y además la fuerza de la gravedad hacia que el agua cayese con bastante fuerte sobre mí. Si el agua fría duele, imaginad el agua helada a presión. Aún así era una sensación así como la de un fuerte masaje que te duele pero a la vez te gusta.
El fanstástico microclima de los alrededores de Boquete es bastante frío y húmedo, por lo que hay bastante abundancia de agua y con ello mucha fauna y una densa vegetación.
También los ríos suelen ser bastante caudalosos.
El agua baja en varios puntos con bastante fuerza, y eso considerando que no era aún temporada de
lluvias, ya que en ésta el nivel del agua sube tanto y con tanta fuerza que muchas carreteras llegan a quedar cortadas.
En la imagen podéis ver las enormes piedras que llegan a arrastrar hasta depositarlas sobre la carretera. Cuando baja la crecida, hay que sacarlas de la carretera.
Entre la abundancia de agua y aire puro, es normal que la flora sea tan rica. Para muestra, lo enorme de ciertos árboles
Así como la amplia y variedad colección de flores que crecen en la zona.
Seguimos el cauce del río que fluía a veces paralelo a la misma carretera y otras se alejaba y se perdía bosque adentro para luego volver a acercarse.
Y en una de esas dimos con otra cascada. Momento para una pausa y comer algunos nachitos.
A veces a pie de carretera se veían humildes casita y gente lavando en el río.
Al regreso decidimos volver a pie varios kilómetros hasta Boquete para disfrutar del paisaje, aunque Lucio ya venía quejándose. Pero resultó ser una muy buena idea, pues dimos de casualidad con esta finca cafetera, donde entramos a preguntar si podíamos visitarla.
Hablamos con la encargada, que accedió con gusto a mostrarnos las instalaciones, pero antes tenía que terminar de pesar y contar los kilos que traía cada uno de los jornaleros y meterlos en sacos.
Aunque sí la fábrica.
En ella se realizaba toda el proceso:
-Despulpado: Es simplemente lo que dice el nombre, el café pasa por maquinas las cuales separan la pulpa de las semillas y así obtener el grano verde y lógicamente sin procesar del café
-Limpieza: La semilla verde pasa por un proceso de lavado en el cual se remueven los desperdicios o basura propias de la misma.
-Secado: A diferentes temperaturas.
Y ahí queda el café listo para el tueste. Por desgracia, en esta finca no realizaban el tueste para comercializarlo. Sólo tenía una pequeña maquinita para su tueste casero del dueño.
Tras una agradable estancia en Boquete, continuamos juntos hacia Ciudad Panamá, pero decidimos pasar un par de noches en Santa Catalina, supuesto paraíso del surf y del buceo. Claro, que yo ni hago buceo ni surf, así que qué pensaba hacer allí? Pues relajarme, disfrutar de la playa y compensar un poco el gran retraso de mi blog con alguna actualización.
Bueno, la playa no se podía disfrutar mucho con la marea baja...
En esa caminata pisando entre rocas matamos cada uno (según Lucio) unos 2344000009034 caracolillos de mar. El suelo estaba tan lleno que había sitio alguno donde pisaras sin evitar espachuarrar unos 40 de ellos. Eran minúsculos, eso sí.
Pero en Santa Catalina no había mucho que hacer si no hacías surf (aunque llegué a probar sin mucho éxito con la sempiterna tabla de Mirco) o buceo. Ni siquiera había internet en todo el pueblo y los únicos sitios para comer eran carísimo. Lo único que nos salvó de saltar al vacio y acompañar a los caracoles en las rocas fue la mejor pizzeria de toda Panamá, regentada por italianos y que hacían una pizzas riquísimas. Allí estuvimos bebiendo nuestras dos cervezas favoritas en Panamá. Yo al principio era más de Panamá, aunque luego me pasé a Balboa.
Pero en Santa Catalina no había nada que hacer, en serio. Sólo relajarse en un paraje maravilloso con cabañitas a pie de acantilado, muy tranquilas.
Demasiado tranquilas.
En estas cabañas coindidimos de pura casualidad a Trevor, Cyrus, Joe y Nathan, a los que ya conocíamos de Bocas del Toro y Boquete. Ahí se forjó un buena amistad que durará mucho tiempo, y algunos de los siguientes posts.
Lo único que nos sacaba de monotonía eran los invitados sorpresas como llamada serpiente montañera, para los que no somos de Panamá, uno de los 5 géneros de serpientes de coral.
Y bueno, los atardeces en el pacífico son también algo especial siempre.
Y bueno, tras estas dos lindas estancias con Mario, Lucio y Mirco, decidimos continuar nuetsros viajes juntos. Un perfecto mini grupo con un 75% al que no le interesada nada el fútbol.
Y así, con muy buen rollo nos seguimos el viaje dirección Ciudad de Panamá, tabla de Mirco incluida.
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