martes, 13 de noviembre de 2012

Manizales (Colombia)


Mi destino en aquella lluviosa noche en la dejé atrás Bogotá, con alguna lagrimita, era Manizales.

Una vez más, me encargué de conseguir un buen precio en la estación de autobuses para nuestro grupo. Esta vez me acompañaban Mario , Alicia y Karissa.

Viajamos nuevamente de noche para llegar bien temprano de mañana a la terminal, en la parte baja de Manizales, desde donde tomamos un taxi hasta el hostel, the Pit Stop.





Manizales es una de las tres ciudades más importantes del eje cafetero de Colombia, junto a Pereira y Armenia.


Ninguna de las tres descata por su belleza precisamente, pero son paso casi obligado para visitar las plantacionesy haciendas de uno de los mejores cafés del mundo.


Yo no iba a visitar ninguna plantación cafetera, pero si elegí Manizales como punto de conexión para llegar hasta Salento y visitar en Valle de Cocora.



Y aunque Manizales, como ciudad no tiene nada que pueda atraer, me quedé 3 noches en el Pit Stop con los chicos y de paso actulizando mi blog y las fotos. A veces cierto "relax" sienta bien.



Allí conocí a Sabine, una chica alemana bastante simpática con la que salí a descubrir más de la ciudad, que se puede resumir en algunas calles comerciales del centro y poco más.



Aunque en su defensa hay que descatar algunas de las iglesias que pudimos ver. Algo diferentes al resto.



El Pit Stop celebró una fiesta aniversario bastante animada en la que conocimos mucha y muy varidada gente.



Sobre todo Sabine y yo pudimos conocer a muchos "Einhemischer" (lugareños) con lo que hablar y divertirnos. La verdad es que sí nos lo pasamos muy bien, pues en el hostel practicamente no había muchos más huéspedes que nosotros, así que la mayoría de la gente que llegababa la fiesta eran colombianos.





Sin duda el mayor atractivo turístico de Manizales es el cable aéreo, que conecta el terminal de autobuses con la parte alta de ciudad donde estábamos nosotros.


No es que sea una vista precisamente bonita. Más bien parece un recorrido por  las favelas de Rio de Janeiro, pero es interesante sobrevolarlas y verlo todo desde allí arriba. 


Hay que decir, que el cable aéreo no está diseñado para turísticas, que son pocos, sino para la gente de Manizales, de donde es, por cierto, el famoso equipo de fútbol Once de Caldas.

Y con tanto caminar no me puede resistir a más arepas....


Y aunque Manizales sea una de esas ciudad que no tienen nada de particular, siempre hay algo que te tira hacia ella  y te deja una huella determinada por la que no puedes olvidarla.



Desde la terraza de mi hostel podía ver una cortina de vapor que ascendía de una montaña al fondo. 

Pregunté y resultó ser el Nevado del Ruiz, que estaba en alerta amarilla con cierto riego de erupción en esas fechas.


Vapores que infundía mucho respeto en los locales. Y es que vapores como eso son lo que se pudieron ver salir de Nevado del Ruiz días antes de la tragedia de Armero, de la que ahora se cumplen justo 27 años , tal día cómo hoy.

El 13 de noviembre de 1985 el nevado del Ruiz hizo erupción produciendo flujos piroclásticos que fundieron la nieve y el glaciar de la cima del volcán, generando cuatro lahares (avalanchas) que descendieron por los valles de los ríos en los flancos del volcán, destruyendo un pequeño lago que había sido observado en el cráter Arenas varios meses antes de la erupción. El agua de tales lagos suele ser extremadamente salada y puede contener gases volcánicos disueltos. El agua caliente y ácida del lago aceleraron la fusión del hielo, un efecto confirmado por la alta concentración de sulfatos y cloruros encontrados en el lahar.

Los lahares, formados de agua, hielo, rocas, incorporaron arcilla a su composición al erosionar el terreno por el que pasaban mientras descendían por las vertientes del volcán a una velocidad promedio de 60 km/h.

La suerte para la gente de Manizales aquella mañana fue todo se vertía hacia la cara opuesta del nevado.

No tanto suerte tuvieron en Armero Guayabal, ubicado a poco menos de 50 km del volcán y que hoy hace 27 años causó la muerte de 23.000 personas de sus 29.000 habitantes y borró literalmente del mapa al municipio.

Aunque sólo tuviera 5 años, yo me acuerdo perfectamente de esa tragedia, sobre todo por una imágenes que me marcaron de por vida.

Omayra Sánchez Garzón, la niña de 13 años que se convirtió en un símbolo de la tragedia de Armero.

Omayra estuvo tres días atrapada en el lodo, y aunque los socorristas hicieron todo lo posible por ayudarla, no lograron salvarle la vida, pues para sacarla necesitaban amputarle las piernas y no tenían los medios.
La única opción fue dejarla morir. Omayra cantaba y reía, mientras muchas personas se acercaban a acompañarla. Se mantuvo hasta el último momento una entereza desgarradora y supo, llegado el momento, que tenía que despedirse de su familia.

Este es mi humilde y sentido homenaje a Omayra y todas las víctimas de aquella horrible catastrofe que, de alguna manera, pudiera haberse evitado.

Descansen en paz.


lunes, 12 de noviembre de 2012

Salento y Valle de Cocora


Llegué a Salento con Mario y Sabine desde Manizales.

Teníamos como siempre algunos hostales preseleccionados y empezmos lógicamente por el que mejor sensación nos daba: La casona de Lili.




Subimos y la misma Lili en persona nos recibió y mostró nuestra habitación, una cuadruple para nosotros tres.

Lili es una de  personas que erradian una alegría y paz interior que te llega en cuestión de segundos. A los pocos minutos ya estábamos tomando un desayuno que ella mismo nos preparó.


El tiempo en Salento es de montaña. Ahora sale el sol...




...ahora la niebla lo cubre todo.





Queríamos ir al día siguiente a visitar el valle de Cocora, pero con tal niebla y la lluvia no tuvimos más remedio que quedarnos en Salento, cosa no nos importaba mucho, la verdad.


 
Es un pueblecito de unos 7.000 habitantes con un encanto especial. Incluso, para mí, más bonito que Barichara, si cabe.

O sea, más o menos del tamaño de Trebujena, el pueblo de mi padre, al que algún día dedicaré un post.

Esa niebla que aparece y desaparece desde el valle le da al pueblo un aire místico.

 

Coloridos balcones de madera, calles húmedas por la esa continua llovizna que termina por empaparte por completo a los pocos minutos, y lugareños que apenas si se percatan de los visitantes que puedan llegar a su localidad. Ellos viven felices y hacen su vida normal.



En Salento tienes la impresión que la gente en no camina, sino que se desplazaban de un vecino a otro para seguir conversando. Todo es pura relajación. Nada de stress ni prisas. La gente atiende sus negocios con absoluta tranquilidad o disfruta jugando en los salones de billar mientras toman algo con amigos.



Y mucho lo hacen desde después de su jornada de trabajo directamente, aún vestidos con la indumentaria típica del eje cafetero, una ruana. Algo así como un poncho.

El sombrero vueltiao, sin embargo, es más típico del carribe colombiano, pero es ya símbolo de identidad para toda Colombia

Y como tuvimos tiempo de sobra para poder descubrir lo pequeño que es Salento, nos dimos una vuelta por sus alrededores, con múltiples fincas agrarias y ganaderas.




Para subir al Alto de la Cruz hace falta tomar el Vía Crucis de 253 escalones. Estos Vía Crucis pueden verse representados prácticamente en iglesias de Latinomérica, tomando importancia en sitios como la catedral de Zipaquirá.

Desde el Alto de la Cruz se divisa el valle de Cocora y todo el casco urbano de Salento



Tras dejar atrás los 253 escalones, Sabine y yo decidimos internarnos un poco por el Ecoparque el Mirador y nos pasó algo curioso. Nos encontramos con un soldado haciendo guardia. Bueno, estaba algo distraído con su celular, pero al vernos se cuadró con su fusil de asalto y nos dió el alto, informándonos de que no se podía acceder, ya que era zona militar.

Eso me recordó lo que Carolina me contó sobre los falsos positivos,  la muerte ilegal de civiles por el Ejército colombiano que luego eran presentados como muertos en combate con la guerrilla para inflar los números de bajas causadas al enemigo, y luego se "manipulaba la escena del crimen" al vestir a las víctimas con prendas militares, armamento y munición "preparados" para tal fin, haciendo pasar a esos inocentes campesinos por guerrilleros.

Así que al volver a La Casona, le pregunté a Lili si nos podía contar más y ellas nos sentó, se le borró prácticamente la eterna sonrisa que nos llevaba dos días regalando y nos empezó a contar sobre la historia y dura realidad de ese fenómeno, un estigma en Colombia difícil de borrar.

Es realmente una dura parte de la historia colombiana que traspasa frontera por su crueldad.

En La Casona Lili tenía un acogedor rincón con dos sofás frente a un televisor con DVD, y una extensa y ordenada colección de películas nacionales e internacionales.

Y tras oir tanto y con tanto interés, nos decidimos por "Los colores de la montaña". Esta excelente película, que os recomiendo al 100%, habla de la realidad de millones de colombianos que han sufrido un conflicto interno desde 1948, dando como resultado ser el segundo país en el mundo con mayor tasa de desplazamientos forzados.


Sin ir más lejos, hace tres días, pude leer otra terrible noticia que me recuerda mucho a todo lo que pude aprender sobre el tema.

Un tema, la verdad que me daría para escribir mucho y sobre el que me gustaría exponer más. Si os interesa, por favor, no dejéis de investigar y poneros en contactoo conmigo.

Pero ahora quizás sea mejor que siga con mi post desde mi punto de vista de visitantes a Salento, no de enviado especial del FIDH.

Bueno, de vuelta Salento, algo tendríamos que comer, no? Y qué mejor que el típico plato de la zona:

Jugo, sopa (lentejas) y plato principal: trucha con patacón, arroz y ensalada y postre (una banana, que no plátano)

Todo por unos 6.000 pesos colombianos, unos 2,60 €.




Al tercer día ya sí pudimos salir hacia el Valle de Cocora, una de esas maravillas únicas de la naturaleza, que sólo puede ver allí y en ningún otro sitio más. Para mí, una maravilla única comparable al gran cañon del Colorado, las cataratas de Iguazú o las Galápagos... Al menos esa opinión me vale a mí, que nunca visité ninguno de esos tres sitios... ;-)


Para llegar hasta el Valle de Cocora tomamos un jeep que nos dejó en la entrada, desde donde teníamos dos rutas posible para bordear el Valle. Lili nos aconsejó la que, para ella, era la mejor, pero en algun punto, tras cruzar el río y visitar una cascada, debimos desviarnos y acabamos cruzando un nuboso bosque donde el barro nos subía por lo tobillos.


Aún así, merecía la pena, pues aquel mágico paraje era un sitio en el que "un sitio para perderte" adquiría el más bonito de los significados.


Además no estábamos solos, alguien vez nos encontramos con signos de vida entre la espesa niebla.


El maravillso paisaje del Valle de Cocora, a altura entre los 1.800 y los 2.400 metros sobre el nivel del mar, tiene un protagonista único y singular: la Palma de cera del Quindio.



Es un paisaje impresionate en el que te sientas libre, pequeño y feliz sin saber muy bien porque estos adjetivos se entremezclan con el simple hecho de estar mirando unas palmeras.

Pero es que son mucho más que unas palmeras normales, son el árbol nacional de Colombia desde 1949. Se encuentran en las altas montañas de Colombia, especialmente en los bosques de niebla, y se llaman así porque su tallo está recubierto de cera para protegerse de insectos y hongos.


Esa delgada capa de cera que cubre sus troncos suele conferirles un tono blanco muy atractivo. Esta cera se ha empleado en diversos usos, como la elaboración de cirios, barnices, aislantes y betunes.

 
Alcanza alturas de hasta sesenta metros y tiene un promedio de vida de unos cien años. No sólo es la palma más alta del mundo. Algunos ejemplares excepcionales alcanzan entre 50 y 60 metros de altura, sino que crecen a elevaciones mayores que cualquier otra palma en el mundo. Llegan hasta los fríos bosques nublados a 3200 m.s.n.m.


Los visitantes en el valle de Cocorá, aunque pueden apreciarla en grandes cantidades, no saben que el espectáculo no está garantizado: las palmas germinaron y se establecieron en los bosques y hoy, muchas de ellas enfermas, mueren lentamente en su hábitat hostil, estando ya bajo protección debido al alto riesgo de extinción.
 

Aún recuerdo lo bien que me sentía en aquel paraje, envuelto entre niebla que aparecía y desaparecía en cuestión de minutos sin que uno se diera cuenta.

Fue sentir una enorme paz interior y un contacto extremo con la naturaleza.

Una experiencia única, que merece la pena vivir.


viernes, 9 de noviembre de 2012

Catedral de Sal de Zipaquirá (Colombia)


Durante mi estancia en Bogotá, fui con Carolina, Mario y Nathan a Zipaquirá, un municipio a 50 km deBogotá, para visitar la famosa mina de sal.


Podría contar mucho, la verdad, pero me habéis pillado en un día en que no ando muy motivado, sabéis?

Así que si alguien saber más de la mina, ya sabe...

http://es.wikipedia.org/wiki/Catedral_de_Sal



 Yo sólo os comento mi parte personal.

Fue mi primera experiencia de viaje con Carolina. Una de muchas, y espero que una de miles.


He mandado a retocar la foto para que parezca como si yo tuviera patas de gallo y Carolina no llevara su típica máscara de barro.

No visité la catedral por culto sacramental precisamente, ni por ser un reclamo turístico. Tenía curiosidad por ver algo así.



Pero fue bastante decepcionante, pues realmente sí es bastante turístico y comercial. Para ir al baño , básicamente tienes que pasar por una galería llena de tienda con productos hecho de sal y otras tonterías artesanales.

Hasta ahí llego a entender, pero las palomitas de maiz??? Eso es pasarse, no?

Para mi club de fans internacional, la lista de sinóminos de las palomitas de maiz ó popcorns: millo, rositas de maíz, pochoclos, pururú, pop, canchita, canguil, pororó, cotufas, gallitos, poporopos, crispetas, maíz pira, chivitas, cabritas de maíz, maíz tote, pipocas, rosetas, rosas, roscas, tostones, o cocaleca.
 
 
En sí el recorrido por la catedral, enorme por cierto, es bien bonito e impresionante.


Con la entrada (20.000 pesos colombianos/8.65 €) nos obligaban a ingresar en companía de un "guía" que nos explicaría todo durante el recorrido, que representa el Via Crucis de Jesús con sus diferentees estaciones.

Un perro lazarillo nos hubiera contado más cosas y con más motivación.

Dios, que persona más desmotivada. Y encima nos iba explicando las cosas que podríamos leer claramente. "Aquí Jesús cae por primera vez..." Ya , yo también lo estoy leyendo como tú...



Las luces con diferentes colores y tonalidades que se iban alternando sobre la sal era algo que sí merece la pena presenciar.


 Al menos, estábamos en buena compañía, y nos tomábamos la incompetencia del guía con buen humor, eso sí, nos iba recordando en cada estación que al fondo, tras la pared que veíamos se encontraba la tienda del museo y una galería comercial que merecía la pena visitar. Eso cierto...era una verdadera pena visitarla.


Tras la visita, podíamos quedarnos el la catedral y seguir por nuestra cuenta.
Tiempo para rezar...
 

 Pelota nuestra.
que estás en la cancha,
 santificado sea tu cuero. 

Vengas a nosotros,
justo al pecho. 
Hágase tu voluntad en penalties
como en tiros libres.
Dános hoy nuestro pase 
de cada día.

Perdona nuestros punterazos,
como también nosotros 
perdonamos a quienes 
te tiran sobre el travesaño.
No nos dejes caer 
en la tentación de 
mandarte a la tribuna

y líbranos del mal fútbol. 

GOL.


Cuando salimos, caminamos de vuelva por el centro de Zipaquirá y fuimos a comer algo los cuatro juntos. Un almuerzo típico costaba sólo 4.000 pesos, unos 1,75€. Incluye sopa, juego y plato principal. Ya os mostraré algunos más.



Cortito este post, verdad? La catedral no da para más...

Un saludo

Javier