viernes, 2 de noviembre de 2012

Bogotá (Colombia)


La República Independiente de Bogotá.



No, Bogotá no es una república independiente, ni esa es su bandera patria, pero así es como yo bauticé a la capital de Colombia durante en mi estancia.

Llegué a Bogotá en bus desde San Gil. Mario, mi (in)separable suizo compañero de viaje , decidió quedarse allí un poco más para relajarse, escribir su blog y retocar sus fotos.

Yo tenía apalabrado un alojamiento por couchsurfing con una tal Carolina Loaiza... (inmundo nombre de rola) con la que ya llevaba en contacto desde hacía 6 semanas. Pero los días previos a mi llegaba ella andaba bien ocupada con trabajo y preparación de su mudanza, así que decidí buscarme otra opción de última hora.

Terminé en la casa de dos hermanas estudiantes en el barrio de Chapinero, una pintoresca zona de estudiantes y muchos bares. Pero resultó ser de mis peores experiencias con CS. Las señoritas tenían al mismo tiempo a otros chicos americanos sin que realmente allí hubiera sitio. A las pocas horas ya me di cuenta de que allí había un rollo un poco raro.

Esta hermanas no sólo se dejaban pagar TODO, sino que ni siquiera en ningún momento hicieron el más mínimo gesto de intentar pagar algo. Taxis, entradas, bebidas... Los dos americanos eran turistas y pasaban sus 9 días vacaciones en Colombia por lo que iban sobrados de dinero y con su ego pro-macho. Hablé con ellos para explicarles que se cortaran un poco, porque aquello no era CS en absoluto. Y las muy "hermanas" de la gran puta esperaban lo mismo de mí, aprovechándose de la ola de derroche yanqui que contaminó el poco ambiente "couch" que sentí al pisar aquel piso patera.

Al segundo día, la cosa iba de lo mismo. Ellos se montaban con una hermana en taxi, y a mí me tocaba con la otra. Ella se bajaba y no se esperaba ni a que yo terminara de pagar (*%,&,@,!) Y ellos por lo menos iban a medias. A mí me tocaba pagar solo.

Lo único, por cierto, que llegamos a ver de Bogotá fue el cerro Monserrate desde el que se puede una excelente vista de la ciudad (si no llueve, como terminó pasando minutos más tardes)

Vista 1:



Vista 2: (unos 10 minutos más tarde)



Allí arriba a 3.200 m.s.n.m. se pasó en cuestión de minutos de un día relativamente despejado, a estar rodeado de una niebla super espesa que te empapaba por completo.




No me extraña que tuvieran a todas las figuras de metal tapadas con plásticos. Aunque lo que me preguntó es para qué pondrían figuras de metal allí arriba, si por lo visto tienen esa niebla casi a diario.



Pero lo peor de todo de esas dos harpías santanderianas (gentilicio colombiano del departamento colombiano de Santander), es que en ningún momento me dieron las gracias por nada. Daban por hecho que si ellas nos ofrecía couch, nosotros teníamos que pagar el resto de cosas.

Y visto que tampoco eran precisamente simpáticas pues respondían a mis preguntas con meros monosílabos o gesto de pura desgana, decidí dar por terminada aquella fake experience made in USA.

Pensaba irme a un hostel, pero Carolina insistió en que me fuera a su casa, así que acepté. Posiblemente ,y compensando el primera horrenda experiencia bogotana, fue una de las mejores decisiones de mi vida.

Su casa era la embajada de la República Independiente de Bogotá.




Y yo me sentí como en mi propia casa desde el primer minuto gracias a su encantadora (pero peleona como buena santanderiana) madre Irma, con la que compartí las dos primeras horas charlando sobre un viaje como el mío y lo que es Couchsurfing.

Ella tenía bastante miedo por el viaje que su única hijita estaba más que decidida a emprender, y yo la tranquilizaba contandolo las maravillas que yo había vivio hasta ese momento.

Irma me contaba que su hija era lo que más quería en el mundo, pero Carolina le había dicho que "odiaría" a aquella persona que le impidiera realizar su sueño del aquel viaje que tenía en mente, así que no le quedaba otra opción que "hacerse a una lado" y dejarla ser feliz.

Y es que cuando queremos a alguien de verdad, no podemos más que pensar en que esa persona sea feliz.



Ésta era la habitación que Irma me cedió durante 9 días. Han pasado ya más de 7 meses y aún me parece que me acaba de levantar de esa cama.


Y aún siento el sabor único de la feijoa, esa divina fruta que, por mucho que me guste, me voy a negar a probar de nuevo si no es en Bogotá con Irma y Carolina.


Y tras un desayuno frugívoro, nada mejor que ponerse a hacer arepas colombianas.


Irma me deleitó con variada y riquísima selección gastronómica, entre tantos platos, el ajiaco bogotano, bastante parecido al sancocho, del que ya hablaré en otro post.


El caso es que Irma intentó por todo los medio posibles enchilarme, porque no se creía que yo fuera tan resistente al chile (picante). El último día puso todo lo más picante que pudo y nada. Ganéeeeee, ganéeeee!! Salí victorioso. Nos reíamos mucho. Echo de menos esas tardes de risas! Os echo mucho de menos a las dos!


Bueno, volviendo un poco a la ciudad de Bogotá en sí, tengo que decir a su favor que me sorprendió notablemente. De hecho, como me ha pasado en tantos otros sitios, de los 3-4 días que tenía pensado, terminé pasando unos 12 días en Bogotá.


Me habían hablado maravillas de Bogotá, pero también que me podía olvidar del buen tiempo.



Es común que haya neblina. De hecho pude leer que de 365 días hay alrededor de 220 días nebulosos al año, y las tormentas de granizo también son comunes.

Y las amemazas se cumplieron...



No recuerdo ni un solo día en Bogotá que no lloviera. O llovía por la tarde, o llovía por la mañana, o las dos cosas. A veces con una llovizna constante, otras veces una tromba de agua monumental como cuando me dirigía a la estación para ir de Bogotá a Manizales.

 Pero Bogotá es más que una ciudad de lluvias. También es una ciudad de sol y cuando éste sale, es una alegría.




Es una ciudad tremendamente cultural, y no en vano es  llamada "La Atenas sudamericana", pues es paso obligado para todo artista que se precie.

Tienen más de 60 museos, de los que visité varios, pero yo personalmente me quedo con el Museo de Botero.


Un genio increíble que es capaz de expresar de igual modo con su pintura o sus esculturas. Impresionante, de verdad. Pocos arstistas suelen retenerme tanto como lo hace Fernando Botero. Y lo mejor, es que no es un reconociemiento póstumo, sino que tenemos la suerte que sigue creando y creando. Gracias, Maestro.


Otro museo impresionante es el Museo del Oro, que visité con Nathan, Alicia, Karissa y Mario



Carolina también me mostró que Bogotá es una ciudad con constantes eventos y festivales, incluso al aire libre, a sabiendas de que lo más probable es que termine lloviendo. Pero los bogotanos tiene el gen de la cultura bien integrado en su ser.


Y fue en Bogotá donde probé por primera vez la bandeja paisa.


Y es curioso, que en un país que exporta uno de los mejores cafés del mundo, no se pueda beber apenas buen café en la calle. Alguien me contó que la calidad del café la dividen en 5 clases. Las tres primeras son exclusivamente para la exportación y sólo las dos restantes se quedan en Colombia, de ahí la paradoja que en Colombia es tan difícil beber buen café. Aquí un post curioso al respecto.

 Hay pocos lugares donde se pueda beber un café decente. Uno de ellos, para mí, Juan Valdés, que aunque es una cadena del estilo Starbucks, realmente sí tiene un café delicioso. Mi preferido, el cumbre.

Aquí mi primer Juan Valdés. La de media a rayas, la niña Carolina, que fue quién me llevó al café.


También tengo que agracerle su tiempo a Mónica Bernal, una chica de CS encantadora que me mostró parte de la ciudad y con la compartí algunas  horas de lluvia, por supuesto. Como Carolina, otra rola super simpática y super orgullosa de su acento "neutro" rolo. Fue divertidísimo oirlas hablar "sin acento" y al momento, imitarlas, dejándolas a cuadritos con la cara de "vale, los rolos también tenemos acento, y qué?"

 
Mil perdones por la foto, Mónica, pero es la única que tenía. Bad luck for you, chica.
Gracias de nuevo por mostrarme la parte alternnativa del arte en Bogotá.


Mi fiel escudero Mario (que se quedaba en un hostel) también estuvo con nosotros, y los tres visitamos algunos pintorescos sitios, como éste famoso mercado, del que no recuerdo el nombre. Si os interesan los mercados de Bogotá como a mí, aquí tenéis un interante link.



El centro histórico de Bogotá es el llamado barrio de La Candelaria, donde la Plaza de Simón Bolivar el centro neurálgico de la ciudad y punto de encuentro social y político. Alberga la primera estatua realizada en honor del libertador de Latinoamérica.



 No lejos se encuentra La Casa de Nariño, también llamada Palacio de Nariño, que es la residencia oficial del Presidente de Colombia y es la sede de gobierno del país.el palacio presidencia, donde se realiza diariamente el tradicional cambio de guardia del Palacio, pura coreografía y coordinación



La arquitectura bogotana me gustó especialmente. Posiblemente la capital de estado latinoamericana que más me ha gustado. En la foto, la iglesia del Carmen, del Colegio Salesiano León XII.




Bogotá tiene tanto encanto de día como de noche.



Y esa es la otra parte de la ciudad: la noche.

En esa misma calle pude probar la chicha, una bebida en homenaje a una indígena que busco el descanso eterno en las aguas de la laguna de Guatavita, al no soportar la depresión de haber sido obligada por su Cacique a tomarse un caldo hecho a base de los testículos de su amante. Dice la leyenda que está indígena, sale a flote y prueba el sabor ancestral de la bebida convertida en culebra.
Seguro que queréis probarla???




Mario y yo salimos una noche con Carolina y sus amigas. Quedamos en vernos en la puerta del bar El Chango.

Como es natural, las chicas llegaron super tarde y así que Mario y yo nos sentamos en una licoría a tomarnos una cervezas mientras ellas llegaban. Me encantó el ambiemte y la "decoración" multicolor.



Una vez que las chicas llegaron, pasamos a El Chango y pedimos un par de rondas de "guaro" (arguandiente colombiano).


 Algunos bebieron demasiado, pero no lo pasamos genial entre risas  y bailes.



Al día siguiente, Carolina y yo nos tuvimos que poner serios...




muy serios...





muy, muy, muy serios...




Y es que si nos reíamos lo más mínimo, si nos rompía la máscara...







De Bogotá podría escribir mucho, pero nuevamente de la gente que conocía podría estar eternamente escribiendo. 

Muchas gracias Mónica, Irma y Carolina por acogerme tan bien. 

Especialmente a mi vecina Carolina por leerme su poesía y mostrarme que es una consagrada básico-humanista llena de colágeno. Qué tal....?

Te quiero mucho,  inmunda poetisa!

Javier
















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